Extraídos de las plantas, los aceites esenciales son celebrados por sus propiedades aromáticas y terapéuticas [1]. Existe la creencia entre algunas personas de que estos aceites pueden contribuir al tratamiento del cáncer, sin embargo, es crucial comprender su función y limitaciones [2]. Aunque no son una cura para el cáncer, pueden ayudar a manejar los síntomas y los efectos secundarios asociados con el tratamiento [3].
Por ejemplo, el aceite de lavanda es muy apreciado por sus propiedades calmantes [4]. Puede ser beneficioso para manejar la ansiedad y el insomnio, que son problemas comunes en los pacientes con cáncer [5]. El aceite de menta podría ayudar a reducir las náuseas, un efecto secundario frecuente de la quimioterapia [6]. En la misma línea, se cree que el aceite de incienso ayuda con la inflamación y el dolor [7].
Sin embargo, es vital tener en cuenta que los aceites esenciales son una forma de terapia complementaria [8]. Están destinados a ser utilizados en conjunto con, y no como reemplazo de, los tratamientos tradicionales para el cáncer [9]. Siempre es aconsejable consultar a su proveedor de atención médica antes de iniciar cualquier nueva terapia, ya que ciertos aceites pueden interactuar con los medicamentos o desencadenar reacciones alérgicas [10].
En resumen, aunque los aceites esenciales no pueden curar el cáncer, pueden desempeñar un papel de apoyo en el manejo de los síntomas y en la mejora de la calidad de vida [11]. Proporcionan un método natural y no invasivo para ayudar a lidiar con los desafíos físicos y emocionales que conlleva un diagnóstico de cáncer